Eventos inesperados nos hacen vivir nuevas realidades. Un buen día estaba conduciendo en Houston y un carro pasó el semáforo en rojo y saco al mío de la vía al punto que le dieron pérdida total. Lo admirable fue que yo ni siquiera un rasguño tuve.  Ese día significó para mí volver a empezar de nuevo milagrosamente. 

Durante la pandemia igualmente tuve un retiro espiritual por WhatsApp porque no podíamos reunirnos y aquel día oramos por más de 8 horas y estando, alabando al Espíritu Santo. Su presencia me doblegó al punto que me rendí ante Dios, le entregué mi vida como nunca lo había hecho antes y además nunca más fui el mismo. Ahora soy un nuevo ser. 

Un encuentro personal con el Espíritu Santo lo cambia todo, de hecho, en las escrituras encontramos ejemplos que describen esa realidad de ser nuevos en el amor de Dios. Es sorprendente por ejemplo lo que sucedió en el encuentro entre Nicodemus y Jesús (Juan: Capitulo 3).  Nicodemus deseaba saber cómo Jesús hacia cosas milagrosas y aquel encuentro lo cambio todo. Nicodemus nunca más fue el mismo.

Dirá la escritura en Juan 3: 3, “El que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Una experiencia personal con el Espíritu santo es tan transformadora que uno vuelve a nacer y nunca más será igual, al menos así paso conmigo.  También es interesante que, en una traducción de la biblia hebrea al griego, la Septuaginta, la palabra nuevo es asociada a lo que viene de lo alto o del trono de Dios. 

Las preguntas nos ayudan a ir al fondo de las cosas, algo así paso con Nicodemus, quien inquieto por saber más le pregunto a Jesús, ¿Como puedo nacer de nuevo si soy un viejo?   O ¿Como puedo regresar de nuevo al vientre de mama? Estas preguntas son obvias. Sin embargo, de acuerdo con Jesús, el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios, no puede ver las cosas de arriba, porque las cosas de lo alto requieren una mirada nueva que trasciende lo meramente físico.

Lo que nace de la carne física, cuerpo físico es y lo que nace del espíritu no es carne física sino espíritu. El cuerpo y el espíritu se complementan, se integran, mas no son enemigos. Sin embargo, es importante distinguir, ¿Quién dirige a quién? De modo que el espíritu o la carne dirigen la vida humana y de ello depende los frutos de vida.

Cuando prevalece la carne, los frutos que da son frutos de la carne o cuando prevalece el espíritu los frutos que da son frutos del espíritu. Ejemplo de esto es José de Egipto quien fue seducido por la carne por parte de la esposa de Potifar, guardia del faraón, quien le pidió a José que tuvieran intimidad sexual. Sin embargo, José rechazó la infidelidad porque estaba dirigido por el Espíritu de Dios.

En ese mismo contexto ¿Cuántos seres humanos hemos sido vulnerables frente a la carne y hemos cedido a los afectos de la carne? Algunos hemos sido victoriosos de esas tentaciones mientas que otros han quedado atrapados en los afectos de la carne. Así lo dice el Doctor David Jeremiah. Por otro lado, supe de otro hombre de nombre Juan quien abrazó los deseos de la carne. No se acuerda con cuantas mujeres ha tenido intimidad sexual y ese hombre manifestaba que todo aquello lo dejó vacío y hasta intentó suicidarse. Su foco era la carne.

Jesús dice que le es muy difícil ver el reino de Dios a quien está enfocado en la carne porque lo que nace de la carne física carne es. He aquí la llave donde podemos distinguir la fuerza de la carne y la fuerza del espíritu. Y cuando la fuerza del espíritu es la que dirige a una persona, no solamente nacerá de nuevo, sino que además verá el reino de Dios. ¿Te gustaría ser dirigido por el espíritu y ver el reino de Dios? Te puedo asegurar que si alguien le permite al espíritu santo dirigir su vida, será un hombre o una mujer nuevos y verán las maravillas de Dios. Cuando te rindes al espíritu de Dios, él de manera magistral hace su obra.

Conozco centenares de personas que hoy son nuevas creaturas en Cristo y esto confirma las palabras de Jesús, “Solo quien ha nacido de nuevo pueden ver el reino de Dios.” Ríndete al Espíritu Santo y verás cosas extraordinarias. ¡Amen!

Que Dios les bendiga,

Padre Alvaro+