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ME SIENTO SIN FUERZAS

ME SIENTO SIN FUERZAS

by The Reverend Dr. Alvaro Pinzon on March 06, 2024

Algunas frases nos permiten describir la falta de fuerzas suficientes en nuestra vida: “no puedo más” o “ya no tengo fuerzas” o “me siento cansado y sin esperanza alguna”, etc. La vida es un camino constante que tiene valles y montañas y el cansancio es normal. Hay quienes dicen que la vida es para valientes y guerreros.  Y creo que realmente lo es. La pregunta para mi es sencilla, ¿Como podemos desarrollar las habilidades necesarias para convertirnos en guerreros? La cuaresma nos presenta una gran oportunidad para entrenar nuestros tejidos emocionales, para fortalecer nuestra vida y llenarla de fuerza y valentía.

Yo mismo he vivido momentos de debilidad y desgano y he necesitado el espíritu de lo alto para que me levante y me lleve a nuevos escenarios de combate espiritual. Es necesario ejercitar nuestros músculos físicos, emocionales y espirituales como preparación para los desafíos de la vida. Es realmente una bendición cuando tenemos los recursos necesarios para batallar los grandes desafíos que a todos nos asaltan. Que alevio nos produce el saber que tenemos caminos para seguir cuando todo parece perdido.

La Palabra de Dios es consoladora cuando dice en 2 corintios 12:9, “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por lo tanto, tendré presente mis debilidades para que permanezca sobre mí el poder de Cristo”. Maravilloso es Dios con su amor. La misma fuerza que Dios les dio a los profetas también nos alcanza a nosotros hoy en día. Dirá Isaías 40: 29, “El fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil”. Si estas experimentando debilidad, cansancio, fracaso, o una falta de sentido y propósito, es tiempo de respirar profundamente y descansar en el señor. A lo mejor ha llegado la hora de ir a lo más profundo de tu interior y rendirte al creador. Dile, “¡Toma mi cansancio señor y transforma mi vida!”   

Romanos 8: 26 nos dice, “En nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos”. Es hermoso y gratificante saber que tenemos a la puerta de nuestro ser la solución a la debilidad. No te rindas, o “cuelgues los guayos”, como decimos en mi país.  Me acuerdo bien de un joven profesional quien me llamó un buen día a las dos de la mañana para pedirme ayuda. Había intentado por todos los medios y no encontraba la salida de su situación.  Después de escucharlo por teléfono, tuve que ir hasta su casa porque realmente se sentía sin fuerzas y estaba en peligro. Hacia las tres de la mañana lo invite a ir a un gran lago cerca de su casa. Después de conversar por varias horas, buscando una salida a su falta de fuerzas y su desesperanza, lo invite a invocar con todo el corazón al espíritu de Dios. En aquel día, este joven tomó la mejor decisión de su vida: decidió poner a los pies de Jesús su vida y su familia. En ese momento encontró la fuerza extraordinaria de Dios y esa experiencia lo cambió por el resto de su vida. 

Todos caminamos hacia un proceso de transformación gradual que cuando lo aceptamos se acelera. Romanos 6:4 nos dice, “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. Recibir la fuerza del espíritu de Dios es sorprendente, especialmente para los que le creen a Dios, como dirá Juan 1:12, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios”. Muchas veces vivimos como si fuéramos huérfanos y no como hijos de Dios.  Cuando nos llenamos de su amor, salimos del fango de la vida y encontramos caminos de transformación.

Jesús mismo puso un ejemplo extraordinario cuando enseña en su evangelio de Lucas 15:11, “El menor de dos hijos dijo a su Padre: dame la parte que me corresponde… No muchos días después, juntándolo todo, se fue lejos y desperdició sus bienes perdidamente”. Un buen día este hijo, cuando ya no tenía nada y su valor de hijo había sido reducido a su mínima expresión, descubrió que no había sido creado para vivir como mendigo. Su conexión con el padre fue vital, tanto que se dio a la tarea de recuperar todo lo perdido. “Volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos en la casa de mi padre tienen abundancia y yo pasando hambre!” De modo que decidió rendir su vida a su padre. “Y levantándose vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos su padre corrió y se echó sobre su cuello y le besó…”. La fuerza transformadora del amor de Dios es grande.

El que se rinde a Dios nunca será desechado, porque para el creador lo que importa no es lo que hemos hecho en el pasado, sino la apertura de nuestro corazón. Esta es la apertura que tuvo el hijo prodigo y el joven de Miami, quienes, aun viviendo lejos del amor de Dios, lo buscaron y lo hallaron lleno de ternura y compasión. 1 corintios 15:43 nos dice, “Se siembra en debilidad, se resucita en poder.” Para los que se afianzan en la fuerza de Dios todo es posible. ¡Amen!    

Que el Señor los bendiga,

Padre Alvaro+

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