En el programa de televisión real, “Yo me llamo”, los participantes deben imitar su artista favorito y un jurado decide quien lo hace mejor y quien es el ganador. El jurado evalúa detalles como caracterización, imitación y por supuesto entonación, tal vez sepan de lo que les hablo, es divertido. Ahora, ante este contexto me pregunto ¿En qué me asemejo a Dios? Responder adecuadamente esta pregunta es vital porque de ella depende nuestra autoestima y valor personal. No es lo mismo decir soy una imagen de Dios a decir soy una imagen de Hitler o de cualquier bandido que conocemos.
O si te preguntas: ¿Yo soy el que soy? O ¿Quién dice la gente que soy? Así nos acercaremos a nuestro argumento, me asemejo a Dios o no. ¿Como imitar a Dios sino sabemos qué hace, quién es, qué es lo que le gusta? Tratemos de responder una de estas preguntas ¿Qué hace Dios? Y Dios es creador. Dirá la escritura en Genesis 1:1, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Además, Dios crea a través de su palabra, esto es Dios habla y las cosas suceden. Dirá la escritura en Juan 4:24, “Dios es espíritu y es necesario que los le adoran lo adoren en espíritu y en verdad”. El espíritu de Dios habla y suceden las cosas. En la vida humana sucede algo parecido, aunque no con el mismo poder, esto es, pensamos algo, lo deseamos, lo expresamos y luego sucede. ¿Es posible asemejarme a Dios? Si la respuesta es positiva ¿En qué me asemejo a Dios?
Conocemos historias de niños que quisieron imitar algún super héroe y pensaron que podían caminar sobre los edificios o volar y han fracasado en su intento y algunos incluso han muerto. Otros imitan la violencia, la drogadicción, el alcoholismo o la infidelidad y los resultados son desastrosos etc. Por otro lado, algunos imitan a los mejores jugadores, maestros, estudiantes, ministros, empresarios y resultados son evidentes y visibles. Así mismo preguntémonos sigámonos preguntando ¿Me asemejo a Dios? ¿Como seria mi vida si busco asemejarme a Dios? Sabiendo que Dios es creador, poderoso, amoroso, sabio y liberador.
Entonces ¿Vale la pena asemejarnos a Dios? Sabiendo que de eso depende la esencia de la vida y la transformación completa de nuestro ser. Además de esto otros consideran mejor asemejarse a objetos o cosas y también los resultados son visibles. Porque si alguno dijera vengo de la evolución y no de Dios estaría conectado a una teoría y no con el espíritu. Me llamo la atención que uno de los psiquiatras invitados a los programas de “Dios cuida de mí” en Aliento de Dios Radio dijera que en las últimas investigaciones de la salud mental después de la pandemia han encontrado que la persona humana cuando se conecta con otras personas obtiene bienestar. En cambio, cuando se conecta con imágenes solamente como las redes sociales su ánimo se desinfla.
Una persona un día me pregunto estando en un foro que estaba preocupada porque tenía más de ochenta años y que no sabía que pasaría con su vida cuando muriera. En otras palabras, ella se iba a encontrar con conceptos de vida, pero no con la persona de Dios.
La evolución considera al ser humano un ser material sin distinción alguna de los animales que vive para morir como las bestias. En cambio, el que busca asemejarse a Dios con todas sus fuerzas, Dios lo llena de su gloria como lo dice el Salmo 8:5 “Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra”. Nuestra vida es más dinámica cuando nos abrimos a la inspiración del todopoderoso quien nos levanta a nuevos niveles de vida. El buscar asemejarnos a Dios nos engrandece y nos da valor.
Entonces, el ser humano cuando se asemeja solo lo material lo que encuentra no es más que materia y la materia no transciende por sí misma. Seguir entonces simplemente lo material es camino seguro de instrumentalización y reduccionismo como lo constatamos en personas quebradas en sus diferentes áreas porque haberse enfocado en cosas pasajeras. Dirá la escritura en 2 corintios 4:16 “Aunque nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando día a día”. Entonces, sin asemejarnos a Dios no tendremos la esencia de la vida ni tampoco la fuerza de vivir.
Amén.
Padre Alvaro +