La pregunta de Jesús es válida desde su humanidad y no desde su divinidad porque él lo sabe todo y lo hace nuevo todo. Jesús desde su naturaleza humana se pregunta, “Dios mío, Dios mío ¿porque me has abandonado?” refiriéndose al famoso Salmo 22:1. En otras palabras, el abandono de Jesús tiene un trasfondo netamente humano.
¿Has experimentado abandono alguna vez en tu vida? Toda persona humana desea ser aceptada y apreciada por su familia, pareja o amigos. Sin embargo, a veces ocurre que nos podemos sentir sin amor y sin atentación suficiente de los más cercanos, afectando de esta forma nuestra interioridad. ¿Cuántos seres humanos son abandonados cada día, entre niños, jóvenes, ancianos, e incluso familias? ¿Cuántos pueblos, ciudades y hasta países se sienten abandonados por Dios?
Pudiéramos decir que el abandono sucede cuando la relación con la persona amada se ve interferida. Les doy un ejemplo de un niño que requiere ser cuidado por su padre o madre o la persona que lo cuida, pero al no recibir este cuidado, el pequeño se siente desprotegido y esta desprotección tendrá consecuencias en su crecimiento personal. Todos podemos sentirnos abandonados, no importa la edad, el género, o nuestra situación económica.
El temor de no poder resolver una situación difícil a veces mete en aprietos a la persona que la padece. Me acuerdo las historias de jóvenes adultos que me consultaban sobre sus relaciones de pareja que no habían funcionado. En algunos casos, uno o ambos miembros de la pareja habían pasado por la experiencia del abandono, causándoles grandes secuelas emocionales que afectaron su matrimonio. Lastimosamente, se convirtieron en personas tan excesivamente controladoras y agresivas después del abandono, que ahora su conyugalidad era completamente tóxica.
Dicho esto, vuelvo al caso de Jesús de Nazaret, quien manifiesta abandono de parte de su Padre. Jesús vio su situación como un abandono por parte del Padre, pero yo creo que este momento nos muestra a un Jesús en contacto completo con su humanidad. En otras palabras, humanamente hablando Jesús se sintió abandonado en los momentos antes de su muerte y ese sentimiento lo convierte en un Mesías empático con todos los seres humanos que sufren y padecen en la hora de su muerte.
Dirá la escritura en Mateo 27: 46: “Jesús a gran voz dijo, “¿Eli, Eli, Lama Sabachthani? Esto es, “Dios mío Dios mío ¿Porque me has abandonado?” Al acercarse el momento de la entrega de Jesús, siente sobre sus hombros el peso de los pecados del mundo. “Pero, que no se haga mi voluntad sino la tuya,” exclama Jesús, porque no estaba solo. Dirá la escritura en Colosenses 2:9, “…En El habita corporalmente toda la plenitud de la deidad”.
Jesús humanamente experimentó angustia y dolor al sacrificar todo por los pecados del mundo como lo dice Isaías 53:6. “… cargo el pecado de todos nosotros”. Jesús desciende a la esencia infernal del sufrimiento jamás experimentado por el mismo Dios. Jesús también expresa la agonía del pecado. En su hora de mayor necesidad viene un dolor diferente a todo lo que Él había experimentado. Este abandono declara el carácter atroz del pecado. Con Jesús, la ira de Dios se aplaca y Dios puede justificar a aquellos que creen en Jesús, (Romanos 3:26).
Jesús no solo compartió nuestro abandono, sino que nos salvó de él. El rugido del abandono hoy también lo experimentamos, especialmente cuando estamos frente a situaciones estresantes y nos encontramos solos. Echar al hombro todas las responsabilidades humanas nos pesa tanto que a veces nos quebranta. Si abrimos nuestra vida y nos rendimos a Jesús, todo será aliviado, como lo dice Jesús en Mateo 11:28, “Vengan a mi todos los que estén cansados y agobiados de sus cargas y yo los aliviare”. He allí la llave maestra de la vida: desconectados de la divinidad, el ser humano se disminuye, se reduce y se hace bien pequeño.
No alcanzo a imaginarme lo que significa para una madre en ucrania salir de su tierra junto con sus hijos, sin saber a dónde ir. Esos momentos donde la persona pierde su fuerza y es consumida por la angustia, es allí donde se requiere de alguien que lo acompañe en su debilidad y lo saque al otro lado.
La sociedad moderna huye del sufrimiento y de la angustia, sin embargo, surge la pregunta, ¿De dónde viene este deseo de escapismo? Dirá la reconocida Psiquiatra Marian Rojas que el dolor puede elevarnos y hacernos mejores personas. Este es el caso de personas que tras un revés fueron capaces de enderezar su vida y buscar alternativas. Es usual encontrar personas que tras una vida superficial han sido transformados. También personas que después de un golpe duro en sus vidas, se recuperan y empiezan de nuevo con más energía y gozo que en tiempos anteriores.
Lo interesante, dice esta profesional, es que el dolor nos traslada a clarificar el sentido de nuestras vidas. Las máscaras se diluyen y surge el verdadero yo que somos. El dolor nos ayuda a reconocer nuestras limitaciones y reconocer que no podemos vivir solos. Termina diciendo Marian Rojas que el dolor transforma el corazón, “Cuando alguien se siente amado todo cambia y se ilumina”.
Jesús es el mejor ejemplo de todo esto. Con su amor total en la cruz nos salvó de la muerte y del pecado, haciéndonos nuevas criaturas. El dolor humano, aceptado como lo hizo Jesús, nos lleva al crecimiento, a la entrega a los demás y a la restauración en Cristo Jesús. Entonces abandonemos nuestra vida a Dios quien todo lo puede.
También celebremos esta semana, el gran Milagro de la resurrección del hijo de Dios. Que el los siga bendiciendo,
Padre Alvaro+